Lo bueno: ir a Morrocoy siempre es excelente, los paisajes que te ofrece son inigualables y la playa es un excelente lugar para romper con la caótica rutina capitalina. Además, de las bellezas naturales que ofrece ese lugar especial, destaca por un lado, el hospedaje: sencillo, ordenado y cómodo, por el otro, un puente poco concurrido, es decir, cero cojeculo para desenvolverse por la zona.
En otro nivel, destaco los innumerables recuerdos que tengo de Tucacas y Chiciriviche. Aquel viaje etílico de agosto de 2001 con mis panas del colegio, incluido un espectacular ovejo realizado en un caja china. También, ocupan un lugar importante en mi memoria los dos fin de años playeros: el 2000 con mis tíos y 2005 con mi madre, tía y mi hermano. Por último, la despedida de Eva, en 2008, que fue un viaje distinto a todos los otros.
Regresando a mi más reciente expedición el grupo con el que compartí fue muy bueno, divertido y relajado, sin mayores complicaciones. Eso fue un plus. Como dato curioso, y pudo ser el título de este post, el motivo del viaje fue el cumpleaños vigésimo segundo de un amiga durante el vigésimo segundo mes aniversario con mi compañera en la casa 22 de la urbanización.
Lo malo: el clima no fue el mejor, el sol fue sustituido por las nubes en casi un 65% del tiempo y la lluvia fue un elemento amenazante durante todo el fin de semana, inclusive la recepción fue un fuerte aguacero y el primer despertar playero estuvo marcado por el agua y, para completar, el mejor día para ir a la playa era el del regreso.
Lo feo: analizando el viaje con mi compañera destacamos los costos. Sin incluir el hospedaje y pasajes el puente del 19.04 salió en 650 BsF entre nosotros dos, un ejemplo perfecto de lo caro que sale realizar turismo interno en este país. Para resaltar fue la ausencia de lujos gastronómicos o etílicos, es decir, todo fue normal.
Uno de los comentarios grupales era aceptar que realizar el mismo paseo asumiendo todos los costos, era demasiado complicado. Realmente lo feo de este viaje fue contemplar la posibilidad, cada vez, más remota de volver a viajar a Morrocoy.
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