Sin título
martes, 31 de marzo de 2009
Carta de despedida del SJR
La vida me presentó a mediados del mes de febrero la oportunidad de seguir acumulado haberes por otros senderos, una prueba para colocar mis conocimientos, vivencias y aprendizajes al servicio de otros, en situaciones distintas y ante otras dificultades.
El Servicio Jesuita a Refugiados significó y significará el espacio en el cual los fríos conocimientos adquiridos durante mi formación académica fueron puestos al funcionamiento de la construcción de un mundo más humano, un mundo más justo y fraterno.
Fue para mí un honor haber trabajado con sujetos comprometidos y dispuesto, aún ante los retos más exigentes y duros, a llevar un mensaje de esperanza, una esperanza que se fortalece ante las dificultades y renace al extender la mano en señal de amistad.
Muchas veces con mil derrotas y una victoria fui testigo de esfuerzos inmensos delante de la inmensidad por cambiar situaciones llenas de dolor, amargura y rabia ante una indolente indiferencia de muchos, más bien demasiados, pero con cada nuevo amanecer la posibilidad de torcer el destino se renovaba.
Ante la soledad el acompañamiento, ante la humillación el servicio y ante la injusticia la defensa. Creo que eso es el mayor aprendizaje que me llevo de mis compañeros que son los que hacen del SJR una experiencia inigualable.
Mañana habrá personas e historias a la espera de recibir una señal, una señal que les dé la oportunidad de continuar para superar el dolor y las heridas sanar. Y, mañana ustedes saldrán, como todos los días, a ser instrumentos de esa señal.
El adiós se verá recompensado con la llegada de nuevas ideas, más ímpetu y nuevos compromisos. Necesarios, por demás, ante una realidad que se rearma y se transforma.
Gracias amigos por la compresión, la paciencia y la apuesta.
lunes, 23 de marzo de 2009
El precio de la venganza
En ese camino al abismo más profundo el protagonista se lleva aquello que quería defender, expone a un riesgo mayor su tesoro más preciado y del cual no lo puede proteger, y se va degenerando hasta transformarse en una bestia igual o peor que los bastardos que quería matar. Al dejarse llevar por el odio que le inflaba sus venas terminó matando a su familia, llegó a ese punto de no retorno en el cual lo que queda es dejarse triturar por el monstro que se lleva adentro.
Muchas veces la realidad te impone condiciones no negociadas con las cuales tienes que lidiar y reaccionas de maneras sorprendentes. De hecho, después del asesinato de su hijo un compañero de trabajo de Hume le dice; palabra más, palabra menos: Yo me hubiese quebrado. Hume responde tienes que vivirlo, te sorprenderías la forma en la que llegas ha reaccionar. Un hombre tranquilo y centrado en su familia se conivierte en el brazo ejecutor del armagedón, un caos que se sale de su control y lo embiste. La vida es una ecuación desbalanceada y al intentar equilibrarla se tiene que estar dispuesto a pagar el precio. Ese precio siempre será muy alto.
¿Cómo será sentir la impotencia de no poder hacer nada? ¿Será frustración lo sentido? ¿Odio acaso? ¿O una melancólica rabia? Al parecer la última que se expresa de múltiples maneras y dependerá del grado de dolor que se sienta.
Hume termina convertido en uno de ellos. Termina alienado y sin ser mejor que los otros, se vuelve un animal sediento de venganza, en este caso sangre, y sólo le queda recordar aquello que quiso cuidar. El precio de la venganza lo llevó a destruir su tesoro y destruirse. El antagonista, en la escena final, le dice: mira en lo que te he transformado.
La realidad impone condiciones, no siempre favorables, y debes ser capaz de manejarlas para tu bien propio y el de los tuyos. Al final sentado y con las daga de la muerte a la espera de llevárselo el héroe de esta tragedia hubiese preferido tomar un camino distinto, hubiese preferido no pagar el precio final de su compra, ¿será que irremediablemente ese será el camino a tomar y el resultado será perpetuar un círculo? ¿O, por el contrario, se podrá detener la rueda y darle otro sentido?
¿Qué crees tú? Para esta pregunta no existen respuestas, en el aquí y el ahora... sólo el tiempo, la vida y la muerte te podrá dar una respuesta sin derecho réplica; lo hecho, hecho está. Y por eso hay que hacerlo bien...
Al final la venganza sólo trae más dolor.
lunes, 16 de marzo de 2009
Un cuento viejo....
Y mi camino será el mar.... el océano; no existe puerto seguro para alguien como yo... siempre seré un pirata... aprenderé a vivir con las cadenas que me amran... pero mi esclavitud será mi liberación....
Y mi camino será el mar... el océano; no existe puerto seguro para mi.... otros puertos y ciudades amuralladas esperan mi visita... Siempre seré un pirata...
Y mi camino será el mar.... el océano; no existe puerto seguro para mi... y cuando la horca me dé el último abrazo.... no habrá lágrimas.. sólo el sonido de copas y jarras celebrando.... la intensidad con la que viví y lo cobarde que fui para vivir otras....
Y mi camino será el mar.... el océano; y el viento de la mañana borrará mi recuerdo y sólo seré un eco... eco de un pasado de valentía y cobardía... un pasado que será un rumor de viejos marineros...
martes, 3 de marzo de 2009
Un viernes en la tarde.... El fin de un ciclo
Hace mucho tiempo atrás un joven solitario, callado, tímido y poco sociable se acercó a su colegio un viernes por la tarde, había aceptado la invitación a una propuesta distinta en compañía de otros jóvenes.
En una tarde que transcurrió entre bromas, dinámicas y un pequeño espacio de reflexión, iniciaría un camino lleno experiencias y acontecimientos... altos y bajos... encuentros y desencuentros. Una gran cantidad de vivencias que le permitieron abrir los ojos ante realidades ocultas o poco cercanas, enfrentar miedos y fantasmas y durante el proceso ir ayudando a otros que como él pasaban situaciones similares.
El camino que se inició aquel viernes en la tarde en compañía de muchos, fue evolucionando; durante el recorrido algunos no se identificaron, otros encontraron sus respuesta fuera de ese espacio y hubo algunos que no lo necesitaron.
Pero este chamo se fue haciendo persona dentro de aquel ambiente de formación alternativa, reconociendo en el otro un complemento y compañero para el largo camino de la vida, contrastando lo aprendido en el hogar —en oportunidades afirmando, en otras negando— pero siempre apuntado a la superación.
Aquello que se inició un viernes progresivamente fue ganando espacios de su tiempo y no era una carga, era una oportunidad para abrir infinitas puertas.
El colegio llegó a su fin, pero allí estaba ese espacio... un refugio, no para esconderse —aunque a veces lo fue— era aquel lugar donde sus problemas se compartían, se hablaban o se escuchaban...
Llegó la universidad y con ella el desenfreno... parrandas, cigarros, domino, entre otros, un libertinaje en todo el sentido de la palabra... pero algo necesario visto a la distancia. Durante ese Highway to hell, el espacio de los viernes perdió sentido, ahora era aburrido.
Sin embargo, otro viernes cualquiera de ese año de marcha pasó un día por su antiguo colegio y el cansancio producto del vértigo le indicó que era momento de pasar el próximo viernes por la tarde por aquel lugar y re orientar la búsqueda.
Una vez más, rodeado de sus amigos tomó la importante decisión de encaminar su vida fuera del lugar de nacimiento, el cual se había convertido en una asfixiante jaula de cristal. El norte quedó fijado para el centro vital de su país... un mundo extraño, violento, movido, aparente, real, rico, pobre y mil adjetivos más.
Otros aires, otra realidad pero la esencia del espacio vespertino de los viernes lo acompañó. Aquello iba en su ropa, en su hablar, pensar, mirar... y porque no el hecho de cargarla con cierta frecuencia, pero con la oportunidad de encontrar un gesto o una palmada de apoyo para decir ya tendremos una oportunidad de mejorar.
Lo intangible de los viernes, y lo más importante, lo acompañó durante los mejores cinco años de su vida... Ese espíritu le permitió contra todo pronóstico, inclusive el propio, concluir su carrera universitaria, finalizar un proyecto y finalizarlo con éxito. El esfuerzo de muchos que lo acompañaron le dio la fuerza para sobreponerse a las dificultades.
Y, una vez más, gracias al aura de los viernes por la tarde consiguió un trabajo, su primer reto profesional. Esa novel experiencia laboral le permitió conocer realidades allende de sus fronteras y reconocer en otros panoramas de una Latinoamérica que se parece mucho en distintas partes.
Aquel viernes en la tarde fue a mediados de un octubre de 1993, en un aula del colegio San Pedro, en su natal Barquisimeto. Hoy a principios de marzo 2009 se inicia otro capítulo de la historia de ese pana en la cual Huellas, como vinculación directa parece acabar. Sin embargo, lo místico de los viernes por la tarde siempre lo acompañará y rondando por Venezuela siempre existirá un rostro que le recuerde todo lo intensamente vivido.