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autor James_Neo

martes, 7 de diciembre de 2010

Todo se hace redundante

Desde hace meses vivo con mi compañera, alquilado, en una habitación en un sector del norte de la ciudad. Hasta julio del año en curso nuestra situación habitacional era buena, con sus detalles, pero teníamos un techo para vivir de manera cómoda y querer estar en medio de esas cuatro paredes.



Pero, desde el mes citado la situación entró en una pendiente decadente que ha llevado la situación a un punto de no retorno. Una humedad alta, hongos en la pared y una variedad de goteras es la ornamentación que nos acompaña en nuestro hogar.

En medio de esos acontecimientos se ha iniciado una búsqueda desesperada por encontrar otro lugar para vivir, un proceso que lleva tiempo y no presenta resultados positivos. Hasta ahora.

Referencias personales, bancarias, constancia de trabajo, llamadas de confirmación de datos, entre otros requisitos forman parte de las exigencias, o trabas, que hay que cumplir para poder alquilar un espacio para vivir.

Carpetas se entregan, conversas amistosas con los arrendatarios, explicaciones sobre nuestra situación y, hasta ahora, los mismos resultados.

Tema aparte son los precios, que por sí solos, son la gran traba para arrendar ese lugar en el cual te imaginas haciendo el amor o en medio de una cena especial.   Una búsqueda que puede resultar interminable e irritable.

Mientras los cuerpos de periódico caen como hojas en otoño, los círculos o marcas de tinta cubren distancias considerables y los no se acumulan como penas en un cementerio; nuestra ornamentación hogareña se hace invisible y toma formas expresionistas, neo clasicistas o cubista, todo según el caso o el humor que nos acompañe.

A la espera de una respuesta positiva, con la mente viviendo fuera de ahí, las teclas del teclado pierden la inspiración y todo se hace redundante.
  

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