Algunas veces, esa fortaleza interna, algunos la llamarán espiritual, no está presente. El tanque está en échale y no es posible afrontar lo que ocurre.
En una tarde cualquiera en la terraza de los fumadores, en medio de las bocanadas individuales de humo, una de las usuarias de ese espacio contó una experiencia muy personal y trascendental en su vida.
Por un viaje de trabajo, en medio de una misión muy importante, tuvo la oportunidad de compartir varios días con los pueblos originarios del sur del país. Los días pasaban, las horas se consumían y la angustia de no poder completar su objetivo la atormentaban.
En el último día de trabajo en las ancestrales tierras ocurrió una conexión, muy fuerte, con las raíces espirituales de los indígenas de la zona. Una experiencia de desdoblamiento que le permitió realizar su trabajo de manera exitosa.
Y, ella, realizando su relación de haberes y carencias, sentía la insoportable levedad del ser, es decir, ese vacío que congela y nos desconecta de las experiencias vitales, expresaba la necesidad de regresar a ese lugar y volver llenar el alma de fuerza para seguir adelante.
Después de la larga conversación, donde yo era un interesado espectador, mi conclusión era que la búsqueda de esos lugares trascendentales no se reduce, no se limita, a un espacio físico determinado, también pudieran ser personas o momentos sutiles que nos llenan el alma.
En ese breve recorrido de regreso a mi espacio laboral, después de decir esas palabras, reflexioné sobre la existencia de esa cascada trascendental, de mi cascada mística, aquello que te hace reconectarte con lo esencial de la vida. Me voy de la oficina con esa pregunta en la cabeza
No hay comentarios:
Publicar un comentario