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autor James_Neo

martes, 7 de septiembre de 2010

Lo bueno, lo malo y lo feo 15 días en BsAs

Por esas cuestiones de la vida —giros inesperados, azar o suerte, según se entienda— tuve la oportunidad de viajar a la capital mundial del tango, la ciudad que siendo de este continente se siente del viejo. Las sureñas tierras me dieron la bienvenida el 18.08 en horas de la madrugada y me despidieron el 01.09 después del almuerzo.

Durante ese tiempo anduve por las veredas (aceras) porteñas, abrigado y con la curiosidad muy alta.

Recoleta, Caminito, Costanera Norte, Belgrano, Núñez, El Tigre, San Telmo y otros fueron las constantes durante mi estadía. Lugares que ofrecían novedades en cada esquina, maravillas y cotidianidades en cada caminata, en cada mirada.

Pero no solo la mirada, también al disfrute cultural o etílico la ciudad ofrecía opciones a granel. Museos, lugares históricos, y no tanto, mil y un bares, para todos los gustos y posibilidades eran el repertorio de ese gran punto sureño.

Aquí estuvo Jorge Luis Borges charlando o Gardel cantó en este bar, Cortázar comió acá o Quino soñó caricaturas en esa casa, y estando cerca de esos lugares físicos, con cerrar los ojos puedes verlos y escucharlos. Con un litro de Quilmes o tu botella de vino o tu hierba mate o tu cajetilla de Phillp Morris eras parte de eso, compartes con inmortales.

Otra valor agregado, y muy importante, fue poder caminar y caminar, sin importar la hora por la extraña ciudad o recorrerla por sus diversos colectivos sin el paroxismo de mi ciudad, de aquella conocida y violenta.

La oportunidad de estar fue lo bueno, describir los detalles sería un aburrido e imposible ejercicio literario. Como conclusión Baires, en sí mismo, fue lo bueno y estar acompañado con mi compañera le dio un plus, lo hizo mejor.

Lo malo no haberme permitido la oportunidad de estar perdido y sentirse perdido sin ser agobiado por la culpa de estar desperdiciando el tiempo. Un aspecto puntual fue no haber podido visitar la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) lugar emblemático de todo el horror de los gobiernos militares que gobernaron aquel país.

Lo feo haber llevado unas enormes expectativas económicas, de comerse la ciudad, y chocar contra el monstruo de la inflación que durante varios momentos le robó brillo al viaje. Aunque, reflexionando mejor, lo feo fue la falta de una verdadera plantificación, situación que en gran medida privó de la posibilidad de disfrutar de los $ de viajero.

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