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autor James_Neo

martes, 19 de abril de 2011

Mi madre con un iPod Touch

Se acerca el día de las madres y las ofertas para agasajarla ya asaltan cuentas de correo, pantallas de televisor o cine, por mencionar algunas formas de publicidad. Todas, sin excepción, proclaman que ofrecen el mejor regalo que se le puede ofrecer, desde los más tradicionales, artefactos de cocina o limpieza, hasta los más actuales.

Entre los que destacan reproductores musicales, celulares de última generación, las revolucionarias tablets y una variedad casi infinita de accesorios varios para cada uno de estos artefactos.



En la acostumbrada avalancha de productos que se acerca para la mencionada fecha, y recordando la falta de apertura digital que sufren algunas personas de determinada edad, no puedo dejarme de imaginar a mi madre con un iPod Touch.

Ella ha hecho todo lo posible por entender este mundo de avances vertiginosos en el que vivimos, sin embargo, su sistema operativo se ve superado en algunos momentos, como nos pasa a todos en algún momento.

La pregunta de rigor sería ¿hijo cómo se prende este aparato? y ahí vendría una explicación sobre donde queda el botón de encendido, acto seguido vendría una exclamación ¿no lo puedo creer? y rematar en un frustrante ¡no entiendo!

En ese momento, y por unos instantes, recuerdas las fastidiosas tareas de primaria o secundaria que tu madre custodiaba y con severa disciplina lograba que uno realizara, después un ligero aire de satisfacción te inunda, por el cambio de roles. Después, por segunda vez, intentas que la alumna renuente haga el intento de encender la adquisición.

En caso de lograr un resultado positivo, vendrá el inmenso reto de agregar música, por no decir las otras funciones que posee el aparatico; de lo contrario, como en una puesta en escena de Prometeo encadenado, tendrás que repetir "n" veces la explicación inicial y sin lograr mayores avances.

También, deberás enfrentar al eterno retorno de lo mismo. Es decir, si creíste que había entendido algo de lo explicado, te darás cuenta que la capacidad de retener por largo tiempo los pasos para disfrutar de la inversión han sido borrados del disco duro, se perdieron en una lejana carpeta de datos menores o fue encriptado accidentalmente. Una auténtica tragedia.

En vista de la repetición exacerbada de la explicación y el cansancio mutuo del aprendiz y maestro, se pueden presentar dos escenarios. El primero que tu hermano menor o algún tío adicto a las nuevas tecnologías tome prestado la cuestión esa o, lo segundo, que termine como un adorno de la mesa de noche.  Ambas posibilidades ocurren por la callada renuncia de la madre a seguir molestando.

Si piensas regalar uno de los maravillosos avances de la tecnología y no tienes paciencia, tienes familiares buitres y tu progenitora no tienen hambre de aprender los intríngulis de la materia, decide por cuestiones más tradicionales, que aseguro le harán más feliz a ella y a ti.


 

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