Durante mi paso por la casa de Barquisimeto hubo un lugar particular. Espacio de encuentro para los panas, para tomar la cola para la universidad, adquirir un refresco o traer el periódico del día.
Entre periódicos y revistas hubo cigarros, cervezas, peleas y un sin fin de anécdotas.
Muchos timbres, promociones de colegio, cigarros detallados, tarjetas telefónicas, rostros pasajeros, amigos y no tan amigos han pasado por ahí, pero, algo se mantiene.
El comentario doble sentido y una sonrisa que acompaña el pedido habitual para los clientes asiduos, son algunas características que habitan en esa esquina.
Las frases o palabras que marcan, y están a la orden, como por ejemplo, perro e rancho, calembe, Entonces! O qué paso hijooooo, sorprenden a los ajenos y significan para los propios, son parte de un codigo de ahí.
Médicos, enfermeros, secretarias, taxistas, soldadores, mecánicos, madres, padres, hijos e hijas encuentran ahí algo mas que productos a la venta. Qué encontrarán? Solo ellos lo saben. Por mi parte, encontré en el kiosco de Oscar un hermano mayor que me enseñó lo que el colegio no hacia y en la casa no se hablaba.
Ahora sigue siendo eso para otros que pasan por esa esquina, lo creo muy profundamente, y para mi es un baúl que guarda momentos muy sigificativos de las camisas blanca, azul, beige y de mas allá.
Chuck Palahniuk afirma que cuando uno observa hacia atrás toda parece mas divertido, que “mola más” y este parece ser un caso. Al final, tanto yo como el entorno cambiamos, ahora tenemos un poco más de experiencia y vemos las cosas distintas, pero, por encima de esas circunstancias lo esencial se mantiene.
Ese kiosco, el kiosco de Oscar, es genial, en definitiva.
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