Un lugar donde el cine, la música y la literatura se unen perfectamente encontré en Caracas. Un espacio privado y reservado para unos pocos que ofrece esa mezcla perfecta que no es habitual en una zona convulsionada y poco amigable como es esta ciudad.
Cortázar, Allen, Rollings Stones Magazine, Pearl Jam, Oliver Stone, Sabina y Serrat, Ingmar Bergman, Borges, Benedetti y muchos otros caminan por los pasillos que conectan habitaciones con comedor, sala y recibo.
Julio se toma un maté leyendo las 500 mejores canciones según la revista ícono de la movida musical. Por su parte, Borges batalla con Stone con movimientos de ajedrez.
Sabina y Serrat, guitarra en mano y ronca voz, le ofrecen otra melodía a los poemas de Benedetti que los lanza por el balcón. Pearl Jam, sentados en el piso con unos Rum & Coke, ven películas de los hermanos Cohen, y ríen.
Ingmar, lápiz en mano, piensa en el argumento de otra película, mientras Leonardo Da Vinci dibuja un retrato del sueco revelando detalles de la genialidad de ambos.
Poe sentado en un rincón fija la mirada en la esquina más oscura de la habitación principal recrea narraciones extraordinarias y le pide, por favor, un yesquero a Allen que limpia el saxo para acompañar a los trovadores en el balcón.
Los murmullos de todos ofrecen una riqueza inmensa, pero es tanto, que resulta complicado seguir a uno. Una recreación del laberinto del conocimiento de Umberto Eco.
Las paredes no detienente la magia y grandeza de las personas que se dan cita en el apartamento, que lo hacen de un brillo único y faltan otros que se esconden o no han sido descubiertos entre tanto conocimiento.
La noche sigue su curso y la realidad se confunde con la fantasía. La bulla externa se ha apagado y la llegada de otro día ofrecerá facetas novedosas de aquellos que se dan cita en tan pequeño lugar.
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