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autor James_Neo

martes, 13 de octubre de 2009

Un reflejo de lo que se siente

Tener como trabajo, revisar las páginas web de cinco diarios de Venezuela, y tener que pasar por la parte de sucesos, no es un trabajo que se considere alentador, sin embargo, todo desempeño laboral tiene acciones o rutinas desagradables.

Pero, darse cuenta de la degradación social de tu país tampoco es una cuestión fácil, sencilla, placentera. Es una experiencia que puede resultar muy desagradable y representa un cuestionamiento permanente sobre el papel que juego es este país: ayudo en la cosntrucción de una alternativa o soy un sobreviviente.

La primera tiene que ver con la posibilidad de quedarse y pelear con dientes y puños por un mejor porvenir, es decir, dejar que las personas se salten su puesto en la cola, que lancen papeles al suelo o se coman la luz roja de los semáforos, el respeto por la vida de los otros.

Pendejadas de ese tipo. Pero, no. Ocurre lo contrario. Lo opuesto. Te falta la plata para comprarte aparatos, superficiales, y hasta los más elementales, como un mercado para el mes.

Pensar en tener una casa es una locura, un sin razón solo para locos o para aquellos que deciden, en el caso de Caracas, irse a vivir a un remoto lugar en el cual te debes levantar a las 4:30 am para poder llegar a tiempo al trabajo.

Y, en caso de tener esos aparatos, el hecho de tenerlos te puede costar la vida. La vida en esta ciudad puede valer un par de zapatos, ipod o un Black Berry.

Pero, un mejor testimonio de esta última parte la ofrece El Rey Tuqueque, quien dice sobre Venezuela lo siguiente en su myspace:

"Mi país me enseñó que quien trabaja, sueña y se esfuerza, termina mal: la idiosincracia del venezolano está basada en la picardía. Es alabado aquel que se comporta como un oportunista y el honrado que se esfuerza, es descaradamente rechazado. Mi país me enseñó que la vida de ningún hombre vale nada: en las calles matan un centenar de personas, en el este y el oeste de la capital, sin impunidad alguna, sin estar en guerra, sin justificaciones razonables. Mi país me puso una pistola tres veces en la cabeza y tres veces tuve la certeza de que moriría, entregándome a ella, sintiéndome en el absurdo de que moriría como un perro porque así morimos los venezolanos. Mi país me enseñó que es peligroso tener un automóvil propio, vestirse bien o hablar educadamente, con un acento diferente: cualquier excusa es buena para robarte o secuestrarte o matarte." Para leer el artículo completo, haga clic AQUÍ

Creo que con lo anterior es suficiente, no hace falta más explicaciones. Ahora, la pregunta que me ronda en la cabeza es ¿qué hacer?

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